sábado, 20 de julio de 2013

"La 37"

Increíble, no? Parece una ironía que me sigan haciendo conductos. No, no. No es que me entrego a estos placeres meramente porque me motivan a escribir estas composiciones masivas, es de suertuda nomás.

Hace unas semanas empecé con esta molestia, síntoma inequívoco de una caries. Cuando comía algo dulce me entraba un dolor en esa muelita que borraba cualquier posibilidad de error o equívoco. Así que pedí un turnito con María, la de los aros, sí. A esta altura podría ir a un cocktail con todo el equipo de odonto, los veo seguido a los torturadores.

Sábado, 11:30 am. “Ella”

“Que te trae por acá?” (same question que la primera vez, la minita tiene puesto el cassette –sí, que moderna soy-). Yo: “Estoy con mucho dolor en una muela”. Ella: “A ver?” (me revisa). “Qué raro! No tenés nada. Vos apretás los dientes?”. Yo: “Sí, los apreto.” (una dulce adquisición 2013 que estoy tratando de disipar). Ella: “Claro, debe ser eso!”. Yo: “No, María, no es eso. Cuando como algo dulce me muero de dolor, debo tener una caries. Seguro. Hacéme una placa por favor.” (ella se quemó las pestañas en la facu de odonto pero yo le bajo línea, que le vamos a hacer). La plaquita. Me la clava en la encía, debajo de la muela protagonista. Dolor. Me dice: “Aguantá porque si la movés no me sale bien” (ya estoy pasándola mal en foja cero). La revela. “Uh, sí, acá está. Tenías razón (a veces adoraría estar equivocada) Tenés una caries justo en la base de la raíz. Por eso no se veía. Vas a conducto. Y perno y corona”. Bue. Nada que no haya oído y vivenciado previamente, pero no tenía intención ni ánimo de reincidir. Ni con el cuerpo ni con la billetera. Inexorable. Qué alegría che. Sigue: “Bueno, entonces pedís turno con el endodoncista”. Yo: “Qué opciones tengo? (a los endodoncistas me refiero, eutanasia por ahora no puedo pedir). Ella: “Tenés a Omar y a Carmela”. Se acuerdan de Omar, no? Hay gente que deja huella. Con Carmelita tenía una experiencia previa también (no dije que ya es un grupo de friends?). Hace una eternidad de eso así que recuerdo poco y nada. Pero afirmaría que fue “la nada misma”, no me habló en todo el tratamiento, lavadita lavadita la minita. Podés creer que pido el turno con Omar? (qué loco, no? a veces es mejor dejar un recuerdo turbulento que ningún recuerdo en absoluto. por lo menos conmigo, claro está.). Pero al otro día me arrepiento… Por qué con Omar??? Llamo y pregunto si puedo cambiarlo por la otra endodoncista. No tiene turnos disponibles hasta dentro de 20 días con la lavadita. Cuac. Somos pocos los locos que nos atendemos con Omar se ve, tiene la agenda en blanco el HDP. Imposible patear el temita 20 días más con del dolor que tenía, así que me fumé el turnito con el amigo.

Jueves, 2 pm. “Él”

Llega el dia de la cita con Omar. No nevó, pero le pegó en el poste. No recuerdo haberme abrigado tanto en mucho tiempo. Gorro con orejeras, bufanda, guantes. Toda una vuelta a la infancia (vieron q a los pibes los emponchan todos así, que no se pueden ni mover? bueno, igual, pero sin una madre, lo bien que me hubiese venido mi vieja...).

Previo a la cita con Omar, me clavé una práctica de yoga intensa, con el propósito de serenarme y quedar exhausta (a ver si con un poco de suerte me quedaba dormida durante el “trabajito” (qué ilusa puedo ser a veces, yo misma me sorprendo).

Llego a la recepción. Ni un alma. El dia con “Ella” parecía un boliche. Por qué no hay nadie hoy? Le tienen miedo a Omar?

Mientras me voy quitando mi atuendo canadiense, presencio el cambio de turno de la recepcionistas (se van las 2 de la mañana y llegan las 2 de la tarde) y, consecuentemente, los diálogos que se suceden entre estos cerebros. Oh-my-god. Yo también hablaré tantas forradas con mis amigas? (estas son workmates aparte, no amigas, y en todo caso nosotras lo hacemos en espacios no-públicos. sí, ya estoy admitiendo que hablamos de estas huevadas). Una de las que llegan viene de depilarse, está histérica porque le cobraron el cavado (pelvis completa, muy contemporáneo todo) cien-to-diez-pe-sos. “Te juro que pagaba y lloraba”, le comenta a la otra (bue, pasá a atenderte con omarcito y después me contás). Las otras dos le dicen: “Contános dónde es para no ir!” (ya están para el show de stand-up chicas, tiembla male pichot). La 4ta boluda no se suma al chiste porque ya superó esta etapa (ya van a ver). Se van las 2 part-time morning y quedan las 2 turno-tarde. Yo ahí, sentada, con un libro para variar, pero no pudiendo hacer foco en nada. Me siento hinchada (¿), tengo calor, estoy cansada… y con miedo. Y encima esta conversa de telón. Una joda che. Bueno, decía, la 4ta (la que la iba de calladita) le cuenta a la víctima de estafa: “Yo me estoy haciendo el Método Soprano (WTF?). Yo me creo que estoy en todas, pero no che. Hay que ver todo lo que se me escapa (si me pierdo el bafweek este año directamente me voy a poner a bordar puntillas). Bue, era la definitiva, la depilación definitiva es lo que se está haciendo esta chica, de ópera nada (lo deduzco por cómo sigue el relato, no tengo smartphone, sino ya lo hubiese googleado ahí mismo). Pelvis completa (lo mismo que la otra, comparten criterio). Ya me pongo nerviosa con todas las boludeces con las que brain ilustra el diálogo (cuando tendría que estar meditando mientras que lo espero a mi amigo el del torno, en vez de estar nutriéndome con el debate cultural de estas nabas). Sigue la minita: “Imagináte, estoy feliz (get a life!), fui a una sóla sesión y lo re-noto ya! Es carito, viste? Pero cada vez que iba a depilarme con cera sufría un montón. Me enganché por Groupon primero, y después seguí sumando cosas, me compré unas cremas especiales también, bah, medio que me las encajaron”. (de todo te deben encajar a vos). “Pero bueno, sí, re bien” (lo único que falta es que se baje la tanga acá y le muestre los resultados). Seguimos los 2 cerebros y yo solas aquí, Omar tampoco llegó, y yo ya especulo con que tal vez esté descompuesto y no se presente. No sé para qué alargar la agonía. La tengo que pasar. Otra vez.


Llega Omar. Envejecido (pasáme un espejo, si en estos dos años yo me arruiné así  también, me mato). “Buenas”, bate Omar mientras hace un paneo general del ambiente y besa a las divas de la depi, “buenas” contesto entre dientes y sigo esperando. Me sumerjo en la lectura (el stand up terminó) y al rato reaparece omarcito: “Sra. Fedriani?” (señora tu madre HDP). Se ve que le pongo cara de culo por el Sra porque enseguida cambia al tuteo y sentencia: “Pasá al consultorio 3”. Una vez dentro, misma pregunta de la última vez (pone el piloto automático se ve) “Me querés preguntar algo?/Tenés experiencia en conductos?” Yo: “ Sí, con vos”. Él: “En serio? Te cambiaste el look? (que moderno sos omar. vos del método soprano nada, no?). Yo: “No, no cambié “el look”, tenía el mismo estilo hace dos años” (creo). Él: “Qué raro que no me acuerde Clara!”. No le aclaro (valga la redundancia) que Clara no es mi nombre titular. Me divierte que me diga así (qué loca soy, sí), y es, en esta circunstancia, tan secundario (como el nombre) que me da exactamente-lo-mismo. Es más. Le pone cierta distancia, me da perspectiva. Le digo: “Me hiciste la 26, no te acordás?”.  Me revisa, y me pregunta: “Cuál es?”. Le contesto: “Pará, vos no sabes cual es la 26???”. Me dice: “Sí, pero por ahí a vos te parecía recordar ese número y era otra” (¿!). No me dió para decirle que era imposible de olvidar (no él, sino el suceso de la 26, y que, además, tenía un blog con un post sobre el tema y que todo ayudaba mucho para que me acordara de ese puto numerito). Yo: “Bueno, tengo la esperanza de que esta sea mucho más sencilla Omar, con la 26 me habías preparado con toda clase de advertencias porque era una pieza dificilísima, espero que esta sea de las fáciles”. Él: “De las fáciles no es”. Bue. Listo. Acá vamos nuevamente. Sigue: “Pero bueno, lo vamos a tratar de hacer lo más liviano posible. Empezamos?” (tengo opciones?). Abro la boca: “Tenés muy buena anatomía. Ideal. La boca del manual” (¡¿) “Tomá, calentáme estos 2 tubitos mientras yo preparo todo” (sí, víctima y asistente). Me entrega unos cilindritos de vidrio de unos 5 cm de largo y 7 mm. de diámetro para que me ponga uno en cada mano y los entibie adentro de mis puños (la trompada que te daría mirá). “Es la anestesia” le digo (sí, soy brillante). Él: “Claro, sí, la anestesia entibiada duele menos”. Bue, vamos mal, soy de manos heladas. (no se lo digo, sumisa aprieto los tubitos). Sale  del consultorio, va a buscar algo. Vuelve: “No te rías (¿), pero hay algo que me hizo recordarte, darme cuenta que sí te conocía, el timbre de tu voz. Es por lo que te debe reconocer todo el mundo (¡), es muy personal!” (la verdad que no creo, pero si querés abro una encuesta en el facebook). No siendo suficiente, sigue: “Es muy particular tu timbre de voz” (como quieras omar, pero poné manos a la obra que me quiero ir). Me pide un tubito. “Esto está helado!” (creo que los enfríe un toque). Pela encendedor, mientras me dice “Bueno, esto ya es un mimo” (lo calienta con la llama). Me sorprende como estoy mas allá del bien y del mal, cualquiera ya habría huído, pero sigo ahí, estoica. Me abstengo de hacer foco en la jeringa que se levanta orgullosa, metálica y prominente. Dolor. Listo. “Decíme cuando se te empiece a dormir la lengua” (ok). 1 minuto, 2 minutos, 5 minutos, nada. “No se me duerme”, le digo. “Qué raro” (raro sos vos flaco). “Bueno, vamos con la segunda” (no se supone que me tome la primer anestesia primero? esa es interdental! voy a ver las estrellas si me la clavás y no estoy anestesiada por la otra…). Correcto. Dolor sórdido. La PMQTRP. Grito. “Sí, ya sé. Te dolió (genio). No te tendría que haber dolido, pero vos tenés un cable de más.” Yo: “Un qué?”. Él:“Un cable más que lo que dice el manual” (y dale con el manual, se ve que tiene el kapelusz de la odonto muy patente). “Viste, cada persona es un mundo” (el slogan de personal!). Se viene el torno, el terror de los pacientes. “Vamos primero a remover el arreglo para que pueda llegar al nervio” (explicativo como la ultima vez, ahorrámelo omarcito, paso de la teoría esta vez, ya tengo bastante con la práctica). Aghhhhhhhhhhhrrrrrrrr. Gruño, no me tomó la anestesia Omar! Me tuvo que meter tanto refuerzo anestésico que la cara me quedó plastificada hasta la hora de la cena. Podías jugar al tatetí con una gillette que ni me enteraba. Sacando esos instantes de sustancial dolor, el proceso fue mucho más corto que el de la 26, y terminó relativamente rápido. “Bueno, vamos a hacer otra plaquita. Vos cuántos puntos le ponés, por intuición, al conducto?” Impertérrita a pesar de la boludez que me pregunta, le contesto:“10”. (es lo que quiero creer, porque si tenés que rehacer algo me ahorco con el cablecito succionador de saliva). “La plaquita nos va a decir (mirá la plaquita parlante che, parece que es como la copita del ouija). La revela. “Es un 7” (¡?). Preocupada le pregunto: “Por qué un 7?, que podría haber salido mejor?”. Se hace el misterioso (lo mataría). “Si esto evoluciona bien, no se infecta (te asesino), no hay dolor, entonces el puntaje va subiendo. Vamos a ver con el paso de los días”. Se ve que es como comprar acciones, nunca sabés cómo te va a salir. “Bueno, tenés algo para tomarte ya?, me pregunta. (de pedo tengo, pero no serían tan divinos de regalarme un mísero ibuprofeno considerando que garpo 1 luca de obra social por mes?). “Sí, tengo”, le digo. “Tomátelo ya.” (tiene mas miedo que yo de qué pasará cuando la anestesia se esfume). “Comiste algo?”. “No”, le digo. “Bueno, entonces, tomálo con un yogur bebible” (¿). Puaj. Detesto el yogur. “Lo vas a absorber mejor”. Listo. Agarro la cartera. Me para: “No te vas a tomar el analgésico?” Yo: “No me dijiste que lo tomara con el yogur?”. “Tomálo ahora, y el yogur en menos de 15 minutos”. (confirmado. se me va la anestesia y me tiro de la torre le parc). Cuando estoy por salir del consultorio me agarra de los hombros, y me dice: “Dame un beso Clara, me lo merezco, no?”. Un capo Omar, un capo. Un Oscar te merecés.

sábado, 6 de abril de 2013

Vivir en Sociedad


Ayer viví una experiencia… movilizadora.
Llevé a mi hija a su clase de danza/expresión corporal, y me topé con el suceso que paso a relatar. Cuando llegamos al espacio había una pequeña llorando desconsoladamente vaya uno a saber porqué. Hasta aquí nada fuera de lo normal. Los chicos lloran, un berrinche. Que-se-yo. Cosa de todos los días.
Describo el espacio físicamente para que se entienda bien: Casa tipo PH, sala de práctica a la calle con gran ventanal, y una especie de cantero afuera (sin plantas) donde los padres, si deciden quedarse durante la clase, pueden observar a sus pequeñas en la actividad. Cuando entrás lo primero con lo que te encontrás es un escritorio de recepción (que mira de frente a la sala) y a continuación pasillo -típico de casa chorizo- con unas mesitas por si los padres deciden esperar adentro (sobre todo en invierno). Estas mesitas también miran a la sala que tiene puertas de casa antigua vidriadas.
Listo. Volvemos al principio. Llegamos con mi hija, la acompaño hasta adentro de la sala, saludo a la profesora, veo (y escucho) a esta criaturita a los gritos, y oigo a la profe (a partir de ahora “Paloma”, sí, es de ficción, sí, es por Herrera) preguntarle a la gritona: “Vas a bailar Menganita? (en este caso no registré el nombre. me cuesta retener los nombres comunes. si se hubiese llamado Indiana seguro me acordaría). Menganita afirma con la cabeza. “Bueno, entonces elegí alguno de los 2 tutús (pollerita de danza vaporosa, aclaro) y sentáte acá” (la madre le llevó opciones de vestuario, todo un dato). Me voy para afuera, pal cantero. Agarro mi cuadernito de tareas, me dispongo a anotar un par de cosas en la agenda para aprovechar esta horita libre y… sigue el llanto. Alaridos. Levanto la vista, miro la escena a través del ventanal. La madre la saca de la sala a la chiquita, pero no de la casa, la lleva al pasillo! Yo estoy afuera, la puerta está cerrada, hay un vidrio de por medio… y los gritos son ensordecedores. A pesar de estar fuera de la sala, el llanto de la nena anula completamente cualquier otro sonido, llámese la voz de Paloma, las voces de las otras nenas, la música. Claro! Cierto! La música! Es una clase de baile, la idea es bailar! Pero no che. No va a ser esta vez parece. Todas las nenas -tomadas por la angustia de esta otra- no pueden conectar con la profesora, ni con la actividad, ni con la música, ni con nada. No siendo esto suficiente, a la madre se le ocurre meter a la nena nuevamente en la sala, porque supuestamente ésta afirma que “quiere participar”(listo). Pero el llanto y los gritos no cesan. La nena le pide a la mamá que se quede con ella en la sala (si se va a callar por mí que invite a toda la flia, abuelos incluídos). Se sienta en la ronda- la nena solamente- pero sigue llorando, mal. La madre sale (¿!), viene afuera y se sienta al lado mío (mala decisión). La criaturita sigue llorando. Paloma, con cara de desencajada, no tiene idea de cómo manejar la situación (la docencia!). Unas 5 veces la escucho preguntarle a la nena: Querés bailar menganita o te querés ir con tu mamá? La nena contesta a todo que sí (¿). La madre habla por telefono (¡) El resto de las nenas miran, alternativamente, a la llorona y a la profe. La música no se escucha. A Paloma no se la escucha. Pasan 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos... Giro y miro el auto, lo estacioné en la esquina, y me dejé las luces prendidas. Mi diálogo interno con la madre de la criatura es algo así: “Bien flaca, te doy 2 minutos más mientras que voy, las apago y regreso para que hagas algo. Si vuelvo al cantero y esto sigue igual, como no te ubicás solita, te ubico yo”. Vuelvo. Same situation (of course!). Pasaron 20 minutos desde el comienzo (¿) de la clase. No sé si hace falta que lo aclare, pero lo hago: mi problema no es con la criatura, es con-la-madre. Los chicos lloran, les pasan cosas, todo bien. El tema es que hay un mundo que te rodea y que quiere seguir girando. Y tus derechos terminan donde empiezan los de los demás. Miro a la Sra. (que sigue sentada al lado mío, inmutable) y le digo:”Escucháme: ¿no vas a sacar a la nena de la sala?”. Me responde: “Ah, no! Vos sos una desubicada!” (yo. ok? yo soy la de-su-bi-ca-da). Pero no termina ahí, sigue: “Si fuese tu hija la que estuviese llorando yo no diría nada!”. Yo: “No tendrías oportunidad porque nunca dejaría a mi hija 20 minutos llorando adentro de una sala donde se está tratando –infructuosamente- de desarrollar una actividad y me cagaría en todo el resto!” (si no es por cortesía, por vergüenza no la dejaría, sentimiento que claramente esta Sra. no conoce). Me explica que la hija “viene a este espacio hace un año” (¿). Parece que por vitalicia tiene derecho a anular una clase, que se yo. Y que “es la primera vez que le pasa” (y sí flaca, me imagino que todas las clases no sucede, sino ya se hubiesen quedado sin alumnos). “Lo que pasa es que tiene sueño”, me explica. (bien querida, bien, por lo menos sí registrás lo que le pasa a tu hija. podría ser más grave). Yo: “Entonces llevátela a dormir, por qué insitís con que se quede si tiene sueño?” (¿te tomaste la molestia de traerla hasta acá y decidiste que se queda a cualquier precio? ¿qué onda?). Ella: “Hasta que la profesora no me diga que la saque, yo no la pienso sacar” (otra flor de boluda paloma, ni me la nombres). Parece que claramente a esta Sra le tienen que decir qué hacer. La profesora, yo, x. La Sra. no puede observar una situación y decidir con un criterio propio qué hacer. Sigue: “Y vos no me vas a decir cómo educar a mi hija” (el problema de educación lo tenés vos querida, no la criaturita). Y el colmo: “Si te molesta lleváte vos a tu hija” me dice. (a los botes). Yo: “A mí no me molesta tu hija. A mí me molesta tu falta de cuidado total por el lugar, la profesora, y el resto de las nenas. Y no sólo no me voy a llevar a mi hija, sino que voy a entrar para preguntar por qué nadie del espacio le puso un coto a esta situación todavía”. Entro. Me dirijo a la chica de la recepción (no cuenta mas de 18 años y es la virgen maría, por lo modosita, no sé si por lo virgen): “Decíme, ¿van a tolerar esto mucho más? Digo, me parece que ya está,  no?”. Detecto que hay otras dos madres en el pasillito cuchicheando (el invernal). Se suman a las quejas. Una dice: “Esto no es un jardín de infantes con una nena en adaptación, Esto es una actividad electiva paga, en un lugar privado, de 1 hora, 1 vez por semana”. (bien, gracias che. pero se ve que no quedó otra que ubicar yo a esta mujer. estas dos boludas se quejaban entre ellas –el argentinazo!- en vez de poner la queja en donde corresponde –gran frase de mi mama-). Finalmente la madre de la criatura entra como una tromba a la sala. A los gritos se dirige a Paloma y le dice “Me la llevo porque a esta loca (sí, yo, hola) le molesta!” Sale con la nena en brazos (que sigue llorando, obvio, y lanza un alarido al ser retirada de la sala). Vuelve la paz. Empieza la clase, la media clase mejor dicho. Todos contentos. Mientras escribo esta crónica mi hija está viendo los dibujitos y me pregunta (créase o no), a raíz de un diálogo que escucha en la tele y no comprende: “¿Qué es “ser considerado” mamá?”

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sobredosis de Cine


27° Festival de Cine de Mar del Plata

Asistir a un festival de cine es una experiencia intensa, un ejercicio de contemplación que todos los amantes del cine deberían probar alguna vez.

Y por "amante del cine" no me refiero a un ilustrado en la materia, a un experto con mucho background, que vio todo "lo que hay que ver" y se jacta de poder nombrar al último director coreano de culto.

Un amante del cine -ó un cinéfilo- es alguien que disfruta de la experiencia de reclinarse en una butaca y dejarse llevar hacia un mundo de fantasía. Alguien que se entrega a la experiencia de contemplar una realidad ficticia, que la elige, la compra y la vive, convirtiendo esa pura contemplación en un fragmento valioso de su vida. Y asistir a un festival de cine implica llevar esa experiencia al límite.

El festival se trata básicamente de mirar mucho, hablar poco, comer poco y dormir poco. Al menos de eso se trató para nosotros. Y lo vale. Ser receptor de tanto compensa algunas nimias carencias.

Aunque estamos acompañados, hablamos poco. Durante la peli no se puede (ni se quiere, porque ya nos perdemos algo) y entre una proyección y la otra, lo que entró por los ojos sigue en combustión en el corazón.

Comemos lo que podemos, apurados la mayoría de las veces. Nunca es una hora ni otra. Es tarde para almorzar, temprano para cenar... como una merienda eterna. Todo lo que comemos es un continuado de "colaciones", ni chicha ni limonada, salado ó dulce según lo que el antojo dicte. Alcohol poco, sino nos dormimos, pero un poco nos estimula y ahí vamos, mucha cervecita y snacks. Chatarra ligera. Fatal.

Pegamos algunas siestas robadas entre funciones. Mínimas, indispensables. A la noche llegamos rendidos a nuestro bello hotel de piedra con vista al mar, testigo silencioso de nuestra vorágine pochoclera. Nos desmayamos después de compartir eufóricos los momentos sublimes de las pelis del día.

Normalmente, cuando se trata de un festival, se recomienda decidir con antelación lo que se verá (al menos casi todo lo que se verá) y sacar las localidades anticipadas para no estresarse con tremendas colas y frustrantes funciones agotadas. Así lo hacemos. La mayoría de las sinopsis suenan tentadoras, pero las posibles formas de contar una historia, lo sabemos, son vastas y polémicas. Se impone arriesgar y confiar en la intuición que nos lleva a elegir lo que elegimos y dejar afuera una pila de opciones alternativas. Inquietud. Lo graficamos con más claridad: este año el festival está proyectando alrededor de 300 títulos en total, si, trescientos, no se me escapó un cero. Asi que, easy maths, si nos quedaramos la semanita completa (no fue el caso), a un ritmo intenso apenas podríamos ver algo más que un 10% de la oferta disponible. Chan.

El clima (la onda, no el meteorológico) es fantástico, y bastante diferente de lo que cualquiera imaginaría. El público es completamente heterogéneo. Jubilados, estudiantes de cine, acreditados de prensa, hipsters, turistas, parejitas diversas y amas de casa conviven en armonía, y esa multiplicidad de miradas enriquece el paisaje. Y la experiencia.

Esta vez vimos 16 pelis (en 4 jornadas), de los más variados orígenes y géneros.
He aquí nuestra lista de las 8 favoritas, y una pequeña y básica sinopsis de cada uno de estos títulos.
Si alguno llega a las salas de Bs. As., no se lo pierdan. Si bajan pelis por internet, con torrent o con lo que sea, ténganlas en cuenta.

Diferentes y sorprendentes. Aquí van!

7 CAJAS (Thriller, Paraguay)
Víctor es un joven de 17 años que trabaja en un mercado de Asunción y sueña con tener un celular de última generación. Acepta transportar siete cajas a cambio de 100 dólares. Parece un trabajo fácil, pero en esas cajas hay algo que todo el mundo quiere.

THE END OF LOVE (Drama, USA)
Un drama que se centra en la relación entrre un joven padre y su hijo de 2 años, a partir de la muerte de la madre del niño.

EL BELLA VISTA (Documental, Uruguay)
Un documental que traza una historia en un pequeño pueblo, sobre un lugar que comenzó siendo un club de fútbol, se convirtió más tarde en un burdel de travestis y terminó siendo una capilla católica debido a las presiones del sector más conservador del lugar.


QUINCAS BERRO DE AGUA (Comedia Dramática, Brasil)
Rey de los boliches y burdeles de Bahía, el ex-burócrata Quincas es encontrado muerto en su cama. Oponiéndose a su muerte, sus mejores amigos se "roban" su cuerpo y lo llevan por la ciudad para una última noche de parranda. Basada en la obra literaria de Jorge Amado.

THE DEEP (Drama, Islandia)
Basada en hechos reales, un pescador trata de sobrevivir en el helado océano después de que su barco naufraga en la costa sur de Islandia.

SIGHTSEERS (Comedia Negra, Irlanda)
Chris quiere mostrarle a su novia Tina su mundo, pero los eventos conspiran rápidamente contra la pareja y sus vacaciones soñadas en casa rodante toman un giro inesperado.

THE QUEEN OF VERSAILLES (Documental, USA)
Un documental que sigue a una pareja billonaria mientras construyen como su nuevo hogar una mansión inspirada en Versalles. Lentamente su imperio se desmorona debido a la crisis económica en EE.UU.

FOR LOVE´S SAKE (Comedia drámatica /Musical, Japón)
Narra la historia de amor entre una joven e inocente estudiante de instituto y un delincuente juvenil, víctima de una infancia trágica.

El 27° fue nuestro 5° Festival en Mar del Plata.
No hemos perdido la curiosidad ni el entusiasmo.
Amamos el Cine.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La Cocina y el Amor Filial


Cocinarle a Olivia me conecta con mi infancia, con mi mamá revolviendo la olla cuando volvía del colegio con hambre de comida y de hogar.
Ella preparaba las cosas más ricas, las que a mí me gustaban, las que conocía (he aquí el bálsamo de la niñez), y que siempre me hacían tan feliz.
Como el universo lo dicta, la rueda de la vida dio la vuelta, ahora soy yo la que tengo una hija, y de una forma u otra la historia se repite,
Así las cosas, me veo reflejada en este espejo que es Olivia, y la vida de pronto da un vuelco.
Solita en el templo que es la cocina (para cualquiera que se entregue al desenfreno de ollas y sartenes, aunque sea para concretar salchichas con puré), le hablo a mi hija a la distancia que me separa de ella, de su cuaderno y sus marcadores. En la espera Oli dibuja un barco y una princesa-pirata, y juro que es la envidia de cualquier meditador buscando un segundo de conexión con la inteligencia suprema.
Compenetrada yo en mi tarea también, siento que la milanesa que preparo esta noche para ella es la epifanía de mi amor, un símbolo de contención familiar, de ese lugar al que uno seguirá volviendo como a un nido cuando, aún ya muy crecido, retorne de tanto en tanto en busca del calorcito primal.
Finalmente la cena está lista, y Oli espera ansiosa su plato. Enciendo dos velitas para la ceremonia que es la última comida del día, y ella me pide apagar una, en esa tónica de fiesta permanente que llevan los niños consigo. Sopla en éxtasis.
Muchas milanesas han desfilado frente a mí desde que dejé de ser un niña, pero aún hoy las de Noemí, mi mamá, se me antojan las más ricas del mundo.

jueves, 27 de octubre de 2011

“La 26”

Todos tenemos problemas dentales a cierta altura de la vida, no? Bueno, no sé. Yo al menos recientemente tuve uno grande. En la 26.

Habiéndose cumplido un año entero de mi última visita al dentista, me dispuse a sacar un nuevo turno porque… estaba con molestias. “Ya con dos coronas me alcanza”, pensé (y no reales justamente, bah, sí, muy reales, pero no de la realeza quiero decir). Así las cosas, entré en acción. Al llamar para pedir turno me informan que el Dr. que me venía atendiendo hasta el año pasado había entrado en licencia indeterminada (enhorabuena, reflexioné, destilaba simpatía pero nunca confié demasiado en sus habilidades con el torno). Y aquí me detengo para hacer pública un recomendación (muy personal): No confíes en un medico MUY simpático. Un médico tiene que ser, necesariamente, pocas pulgas, amable pero corto. Si compensa asertividad con simpatía, no te fíes. Para amigos tenés los tuyos.

Bueno, decía que mi último odontólogo destilaba buena onda, pero ya venía  sospechando yo que no estaba candidateado al premio Mérito Odontológico… (sí, existe, lo googlé). Bueno, en fin, el simpático de licencia, mi único acquaintance en el Centro Médico donde me atiendo por mi obra social y al que me queda comodísimo ir (además de que es a la vuelta del barrio chino, una yapa de lujo a la que no estaba dispuesta a renunciar).  Adicionalmente sólo ubicaba a una rubia mala onda que había fichado anteriormente, maltratando a un paciente. Descartadísima. Llamo, pido un turno con “no sé, decime vos, cualquiera menos la rubia”. “Ok, no hay problema” me dice la recepcionista (opa), muy obediente (se ve ubicó a la bruja de toque). Martes 18/10, Dra. María (omito apellidos, “lo que salva es la prudencia”, anoten). Agendado.

Llega el día, paso, me siento. “Contame qué te trae por acá”, me tira (a revelar fotos obviamente no vengo, no? un poco abierta la pregunta …). Le explico que tengo una muela que me está molestando, que sospecho que puedo tener una caries, bla, bla, bla. "A ver, vamos a mirar un poquito” (y sí). No termino de abrir la boca y sentencia: “Necesitás una limpieza urgente”(léase periodoncia, los dientes antes de ir obviamente me los lavé…). Gracias Mary, me voy con la autoestima mucho mejor. Me mira la muela, confirmándome la caries que sospechaba. “Es gigante”, me dice (todas pálidas con vos). Eso sí, lleva unos aros divinos, muy alegres (disonantes con su personalidad), parece que antes de venir para acá pasó por Plaza Serrano). “Bueno, vamos a hacer una plaquita a ver si es o no para conducto” (channnn). Acá, para los sanos dentales, léase “Tratamiento de Conducto”. Si no sabés lo que es sos muy afortunado, y ojalá nunca tengas que averiguarlo. Hay una escritora de autoayuda (sí, leo el género de vez en cuando, y qué?) que dice: “vos a tu dedo meñique no le das ni bola, ahora, si te lo corto, va a ser en lo único que vas a pensar “. OK, estoy dramatizando, es una muela, lo admito, pero un conducto es un conducto, eh? Y si no me creés después de que te hagas uno me contás.

“La plaquita”, aunque indolora, no es el edén tampoco. Te acercan un tubo metálico que forma parte del hermoso sillón en el que estas retozando (y no precisamente al sol) y te disparan los rayos con esa cosa espantosa que hace piiiiiiiiiii. Si estás un poco informado de lo buenos que son los rayos X para la salud, pensás “será esto necesario?” Impotente, sigo adelante. Revela “la plaquita”. “Mmmm… Lamento comunicarte que vas a conducto directo”. Aros le consulta a sus asistente (sí, asistente, viste que casi siempre con el dentista hay como una instrumentista circulando? son grosos los pibes): “Cómo se llama el Dr. Nuevo???” “Omar” le contesta la otra. “Ah, cierto, sí, Omar. Pedíte un turno con él”, me dice.

El nuevo en cuestión es el endodoncista (no todos hacen todo). “Él te va a hacer el conducto, después me ves a mí de nuevo y yo te hago la reconstrucción. Siempre y cuando Omar te pueda salvar la pieza (todo esto me suena a restos fósiles y pienso en el Museo de Ciencias Naturales del Parque Centenario). “Ya te aviso que la reconstrucción no te la cubre la obra social, y te sale $450.- (listo, y se supone que descorche champagne, porque si no me puede “salvar la pieza” voy a corona, que a esta altura debe superar la luquita cómodamente).  “Una cosa más”, agrega. “Hacéte una seriada” (léase 1 placa de cada pieza dental, dos mil rayos X, y a mí que me angustiaba una sola… me río de mi inocencia) “Así nos quedamos tranquilas de que está todo bien y no hay ninguna caries oculta (“todo bien” por fuera del conducto y la reconstrucción a los que ya estoy condenada, no?) “Listo! Quedamos así. Me hago el conducto y vuelvo! Gracias” (¿!)

Dia 2: El día D (ó “el de la 26” propiamente dicho)

Llega el día del conducto (todo llega). Viernes, sí, y no precisamente TGI Friday en este caso. Un viernes teñido por esta circunstancia particular. Igual todo bien, llego bastante relajada a la recepción del piso de Odontología con mi e-book  bajo el brazo:  Leo “El libro del Niño” de Osho, asi que estoy zen y todo está bien en mi mundo (me quedan 3 minutos). Igual un toque carburo (un tipo nuevo me va a hacer el conducto? nuevo acá o en la profesión? es mayor de edad?). Por suerte (¿) me llama enseguida.

Le pongo cara (yo a él no le pongo cara de nada por ahora, me refiero a que finalmente sé quién es). Mayor de edad claramente (mayor de 40 seguro). Nuevo en la profesión lo dudo (salvo que se le haya dado la vocación tardía). “Hola que tal como te va, poné tus cosas por acá, ponéte cómoda, sentáte (“cómoda es otra cosa”, diría Cabito). Si me querés hacer alguna pregunta sobre la pieza, o lo que quieras, te escucho” (dale con la pieza, qué te voy a preguntar???) “No, nada” le digo. “Tenés experiencias previas de conductos?”. “ Sí”, le digo. “Y que tal fueron?” “ Buenas”, respondo. (y era cierto, habían sido bastante buenas, hasta acá). “Bueno, te aclaro que esta va a ser diferente” (psicología te la llevaste seguro). Sigue: “ Es una pieza muyyy complicada. Nivel 4 de dificultad” (WTF???). La 26 es la peor de las piezas. Va a ser duro (pará Omar! pará de darme aliento!). Continúa (es increíble este tipo): “Vos me decís que tus experiencias anteriores fueron buenas… bueno, a algunos les tocan las piezas más fáciles, a mi me toca la 26, que vamos a hacer?” Lo miro con cara de desconcertada (ética y deontología profesional, no no?). Me pregunta “Tenes miedo?” a lo que en un arranque sin filtro (grandes momentos) le respondo “Me parece que el que tiene miedo sos vos!”. Me sonríe socarronamente al tiempo que responde “Miedo yo? Puede ser, puede ser... Me parece que leés la mente vos, eh?” (ah, bueeee). Le digo “Querés que lo dejemos para otro día? (porque realmente empiezo a pensar que el chabón no me quiere hacer el conducto, es como demasiado para él…) y me contesta “Como quieras, si vos querés lo dejamos para otro dia, no tengo problema yo” (a los botes, me devuelve la pelota) No Omar, la PQTP; yo a mi casa me voy con este fucking conducto hecho, tamo? (esto obvio no se lo digo). Asi que con mi mejor cara de vaca pastando le digo “No, hagámoslo, dale?” “Dále”. Ahora sí me siento la persona más corajuda del mundo, mientras que pienso “Si pasé un parto esto tiene que ser una boludez” (qué tiene que ver? dí a luz a mi hija! este tipo qué me va dar? una muestra de listerine?). Con mi incansable espíritu optimista le digo “Vamos a ponerle onda, todo es como uno se lo toma, no?”.  Seco, me contesta “No. Esto no es una cuestión de fe (palabra que nunca usé, perdón, me viste cara de religiosa?). Esto es medicina, hechos, y éste es un conducto complejo. Va a ser duro y no te puedo mentir. La primera vez que hice esta pieza, la 26, estuve 3 horas, 40 minutos (es un genio, este tipo es un genio). “Ok”, le digo, “Y cuanto estimás esta vez?” “40 minutos” me contesta (se ve que mejoró mucho con los años Omar…). Debe tener unos cuarentitantos. Alto, flaco, pelo ondulado, unas canitas entreveradas, ambo blanco, zapas negras de cuero con tiras de velcro . No sé por qué lo describo pero ayuda el physique du rol, no? Por cierto, feo de cara (por lo menos si hubiese estado bueno…). “Bueno”, me dice, ”Te voy a dar 2 anestesias, una arriba de la pieza y otra en el paladar” (te agradezco la explanation step by step, pero ahorráme los detalles please). Lo del pinchazo en el paladar no suena tentador. Sigue: “El Paso 1” (mira “Oso, Agente Especial”?) es sacarte el plomo que tenés en esa muela (un arreglo del 95´). “El plomo no se usa más”, me dice (los nevados tampoco Omar, a que viene el comentario?). “No te asustes si sentís y escuchás estallidos adentro de la boca, es el plomo que sale volando” (bue, ahora sí no me voy a sobresaltar, menos mal que me adelantás cada cosita). Se calza unas gafas acrílicas, tipo ski, pero transparentes (por las balas de plomo, me imagino). “Abri la boca y cerrá las ojos” (¿) (ah, claro, el plomo). Empieza a trabajar. Al rato “Abrí´”. “La boca ó los ojos?”, le pregunto. “La boca”, contesta. Parece que a falta de otro par de gafas, a mí me toca un recurso más básico: mis párpados (mejor, si él cierra los ojos estamos al horno). Paso 2: La horrible parte esa en que te meten una especia de tornillos delgaditos con los que te van ahuecando el hueso, meta que te escarba, te escarba, y no termina nunca. La mandíbula para ese entonces la tengo dibujada. El tiempo pasa, mucho tiempo, pierdo la noción. Paso 3: “La gomita verde”. ” Te acordás de los otros conductos, cuando te pusieron una goma verde?” (no Omar, a esta altura no me acuerdo ni mi nombre, y además ya te ocupaste de aclararme que esta vez iba a ser mucho peor, así que no sé porqué me traés el tema de los referentes again). Despliega un cuadrado de 20 x 20 cm de plástico (tipo globo de cumple) verde brillante, al que le hace un agujerito por donde asomará m muela. Me apoya la goma verde en la boca abierta, que queda completamente cubierta con este agradable material. “Esto es para que yo descanse la vista”, me dice (ah, es para hacerte las cosas mas fáciles a vos HDP, no a mí. bien.) Un buen rato más de escarbamiento con fondo green. “Bueno, ahora otra plaquita y si está todo bien 5 minutitos más, y ya te tapo y te vas (el cajón vas a tapar). Los rayos X ya me son completamente irrelevantes, obvio). Plaquita lista… y sigue laburando. Bastante más de 5 minutos, evidentemente  la radiografía no había dado un  sobresaliente. Paso 4: Tapa el agujero con un plástico que derrite con la ayuda de un encendedor (antes de ponérmelo en la boca, claro está), así que literalmente me sale humo de la boca y huele a quemado (una experiencia religiosa). “Listo. Viste que no te mentía? (¡) Un conducto como este normalmente se hace en 2 sesiones” (para que te presentes a la segunda sesión te tiene que ir a buscar un grupo comando). Me saca la goma verde. “Le tenés alergia al latex?” (no, a vos). Me alcanza un espejo, tengo “el bozo” bordó. “Estás linda igual” (matáte Omar). Con tal de irme a mi casa no me importaría que me hubiese crecido la barba. Le clavó 2 horitas el Doc al conducto, quien dice 40 dice 120, no? Estoy quemada, exhausta, con un cansancio en la mandíbula que me muero y el efecto de la anestesia que me mantiene ½ cara dormida (y que es 100 veces mejor que el futuro que se asoma “sin anestesia”). Gracias que no me babeo, ya es mucho. Me dice: “Como te portaste tannn bien (bue) te voy a dar algo que ya es un mimo” (tengo miedo). Saca 2 Tafirol Forte de un armario, mientras me explica “Es una dosis de ataque (ataque es el que me va a dar a mí si no me liberás en 30 segundos) . “Tomáte uno ahora, y si en 4 horas ya sentís dolor (cri cri) te tomás el otro. Por protocolo podés tomar analgésicos 48 hs seguidas sin problemas. Así que empastilláte tranquila (genial). Si vas a una guardia te van a decir lo mismo que yo (mi panorama es tan negro que ya me está preanunciando la visita a emergencias). Ni te molestes en ir, medicáte lo que tengas: diclofenac, paracetamol, ibuprofeno…. (cianuro).

Me voy, vuelvo a casa manejando y todo (gracias a la maravillosa anestesia que todo lo cubre, por el momento).  En la radio suena el ochentoso tema de “Fama” (baby look at me, and tell me what you seeee…) “Mi alergia al látex”, pienso, mientras me chequeo los bigotes en el espejo retrovisor.

viernes, 12 de agosto de 2011

Nunca subestimes una práctica de Yoga

Para los que todavía la palabra Yoga les recuerda a su tía Lidia que iba a una profe en el Parque Centenario, les cuento que después de meses de inquietud finalmente me acerqué a una práctica de Bikram. Esta modalidad de yoga bastante joven en Argentina consiste en sobrevivir a 26 ásanas en una sala calefaccionada a 42° grados durante 90 minutos (y no morir en el intento). Aquí nomás la mayoría podría preguntarse por qué razón (ahora me lo pregunto yo también) me inquietaba testear el método previéndose ya tortuoso en su sola descripción, pero el ser humano está lleno de misterios insondables. No pudiendo enrolar a nadie para que se me una en tan tentador plan, decidí entregarme a la Savannah Yóguica solita porque “no me lo quería perder” (los placeres hay que dárselos en vida -¿!-).

Con sólo ingresar al Centro Byba (Léase “Bykram Buenos Aires”, hay suicidas en otras ciudades evidentemente) uno se siente extranjero en su propia tierra, menuda paradoja. En el Byba (es una ironía?) se escucha un cotorreo permanente en inglés, de hecho todo el personal (o casi) es anglosajón. Esta gente trata de hablar español, obvio, pero ya se sabe qué lindo suena éste en boca de los “americanos”, definitivamente no se esmeran con la fonética.

Si lográs entenderle a la recepcionista, el primer paso consiste en llenar (y firmar!, of course) un formulario en el que manifestás ser consciente de que la práctica es extenuante y que la misma puede descompensarte físicamente y llevarte, incluso, a la muerte (posta, dice eso). También tenés que asegurar que tu médico te autoriza a hacer la práctica (ponés que sí, obvio, aunque no te hayas hecho un chequeo en 2 años, qué vas a hacer si ya estás ahí?). Este completísimo documento (muy americano, por cierto, saben cubrirse) también se encarga de aclararte que corrés el riesgo de que te afanen tus pertenencias del vestuario y/o los lockers. Y que bajo ninguna circunstancia Bikram Argentina se responsabiliza ni por tus bienes ni por tu pellejo (imagináte que si te morís ellos no tuvieron nada que ver, qué poco les puede preocupar tu billetera). Ah, y el clásico de rigor “en caso de urgencia comuníquese con……. Tel……..”. Acá la víctima es siempre el marido/concubino/novio, nunca se pone a los padres, menos a mi edad que ya se supone que los tengo que cuidar yo a ellos y que, además, si los llamaran porque me pasó algo los tendrían que ir a atender primero que a mí, no es negocio para nadie.

Hasta acá uno piensa, tal vez para consolarse (o de negador nomás) “bueno, obvio, los tipos se tienen que cubrir, si me tirara en bungee jumping también me harían firmar algo parecido” (y ahí nomás preferís dejar a un lado mentalmente ese ejemplo poco feliz porque te acordás de haber visto algún blooper en el que alguno se le cortaba la cuerda).

Enseguida te sacan de tema porque te cuentan lo que vas a necesitar para participar (además de mucho coraje), a saber: 1) mat de yoga (si no sos del palo léase alfombrita individual de goma sobre la que harás los ásanas), toallón y agua. El alquiler del mat está incluído en el valor de la clase (que copados chicos, no esperaba menos por $65.- mangos). Acá debo hacer la salvedad de que yo no iba preparada (y lo digo en todo sentido, también en cuanto al equipamiento). No llevaba ni el toallón, ni el agua, ni las cosas indispensables para darme una ducha después de la clase (mencioné los 42° no?), ni nada. Como lo del toallón lo advertí antes de llegar, previsora (creí) pasé por un súper y me compré una toalla… que luego no me dejaron usar. “No se permite el ingreso de toallas a la sala, sólo toallones” (sic). Pero ellos te solucionan todo, tenés esa suerte, al toallón te lo alquilan, y el agua te la venden. Por sólo $10.- adicionales ($75.- en un blink) ya tenía todo lo que necesitaba (menos la lucidez de salir corriendo).

Ahora sí, por lo que vinimos. “Ya podés pasar a la sala”. Ingreso. Heavy. Mucho calor suena pavo, pero es lo que es. La sala es grande, enorme. Unos 15 metros de largo x 9,5 de ancho -140 metros cuadrados- y el techo completito cubierto de calefactores tipo placas. El frente de la sala, hacia donde miramos los asistentes a la práctica, es completamente espejado (cri cri). La gente espera el comienzo de la práctica adaptándose a la temperatura (es eso posible?) en savásana (pronúnciese “yavásana”, y es fácil de memorizar porque uno se piensa a sí mismo diciendo “sí, ya va, ya voy”). Entra el instructor, y ratifico la sensación de estar en USA. Se debe haber presentado, sin embargo no recuerdo su nombre (el calor?). A partir de ahora le diré John de todas formas, necesito bautizarlo para citarlo 20 veces más adelante). Directo desde los estados unidos de Norteamérica, alto, completamente en forma, bronceado natural, alrededor de 45 años, espléndido, buen aura, ja.  Se ubica en una tarima (típica de instructor de GYM) mientras que nos explica que su español es muy malo (lo notamos) y que es normal que no le entendamos (ahá). Los que sí le van a entender perfecto son todos los practicantes angloparlantes (que son muchos). La clase la dicta mitad en español / mitad en inglés… y no hay silencios ni música (poco yóguico a mi modesto entender). Es sólo su voz tooodo el tiempo (que es mucho, mucho –el tiempo digo-), insistente, indicando cómo armar las posturas y marcando incansablemente que te esfuerces más, más, más… difícil de transcribir, pero lo intento, es algo sí como… “Te paras derecho (de tú, eh? castellano neutro), separas tus pies 15 cm. -aquí un alumno se excede en la separación y John le indica “esos son 30 cm.” (ups). Levantas tus brazos. Te inclinas a la derecha mientras tus caderas empujan hacia la izquierda. Tu cuerpo es una medialuna (¿). Igual no pensás en comida, te juro. Estírate, empuja, empuja. Aguanta, aguanta, aguanta. Muy bien, muy bien.” Y a continuación the same in english (uff!).

El “aguanta” no puede ser más atinado (aunque vaya contra cualquier doctrina de este tipo, pero bueno, no nos vamos a poner dogmáticos con este calor…). Como para darles una idea de lo alienante del discurso aclaro que los 26 ásanas se repiten 2 veces c/u, con lo que estamos hablando de 52 “motivation spechees”. John se comporta como un coach de fútbol (sí, americano) motivando a sus muchachos a que ganen el match (que aquí equivaldría a llegar al final de la práctica estoico (dudo con el término y lo chequeo en el diccionario “Fuerte, sereno ante la desgracia”, Perfecto!).

Nada más con el pranayama inicial (léase ejercicio respiratorio) me queda el cuello resentido –demasiadas repeticiones!-. A continuación una serie ambiciosa de ásanas musculares de pie. Me late la cabeza, literalmente. Me preocupo por mi salud, pero sigo. Flasheo que se me hincharon las venas de la frente, chequeo acercándome al espejo, no, no, falsa alarma. Luzco bastante normal si no consideramos lo roja y transpirada que estoy, fuera de peligro por el momento. Voy intercalando los ásanas con períodos de descanso cuando no puedo más –casi todo el tiempo- hasta que John aclara (a todos, no soy la única humana) “ud. está en ásana o está en savásana, ninguna otra opción” (se opone que des lástima en posiciones estrambóticas, la tenés que llevar con dignidad).

Terminada la serie de ásanas John indica savásana para todos y abre la puerta de la sala. Me como el amague de que terminó la tortura, pero no, parece que su intención es ventilar la sala un toque, que se yo… Como diría Sueyro “esto recién empieza”, estamos a mitad de la práctica, con suerte-. Cierra la puerta.

Seguimos con una serie de ásanas de piso, esta parte es bastante más tranqui. Cuando John anuncia que en esta fase intercalaremos cada ásana con savásana siento una especie de satisfacción interna, que se evapora rápidamente cuando me doy cuenta que sentarme-acostarme-levantarme-arrodillarme-acostarme-levantarme-ponerme en loto-acostarme es bastante más cansador que sentarme-arrodillarme-ponerme en loto, pero bue. Valga la aclaración que se espera que te levantes del savásana con fuerza abdominal, con lo que te engañan regalándote falsos savásanas x doquier cuando en realidad te compraste una serie infernal de abdominales.

Acercándose al final de la práctica John indica un nuevo pranayama, y marca el ritmo golpeando las manos (¿¡). Tan quemada estoy que lo miro y le sonrío con cara de “gracias” –thanks para él-, pensando que nos está aplaudiendo porque la práctica terminó y somos unos genios que seguimos ahí… pero no. John está marcando el timing de la exhalación, lo noto porque todos siguen en sus posturas exhalando intermitentemente, y nadie sonríe y respira normalmente como yo con cara de “ya me voy para casa”.

Igual le pegué en el poste, era el último ejercicio, ahora sí, savásana y… final! John aclara “el más importante de los ásanas” (avisaras y hacíamos este nomás). El 90% de la sala continúa acostado, pero me levanto siguiendo a 2 ó 3 porque en casa me esperan mi marido y mi hija y es tardísimo. Sorbo el agua restante –que ya alcanzó la temperatura de la sala- y salgo.

Me doy cuenta que la ducha a posteriori no es una opción, es imprescindible y pienso en un sobrecito de shampoo como un bien preciado. En un rapto de lucidez se me ocurre poner jabón liquido del sector lavatorios en mi botellita de agua vacía, y ya con ese hallazgo soy feliz (es increíble como una experiencia border te hace valorar las pequeñas cosas de la vida). Voy directo al vestuario (primer piso) y subir la escalera se convierte es un desafío. Llego tarde (LPM!), las únicas 3 duchas que hay ya están ocupadas (no estaban todos tirados en la sala todavía?). No importa, me pongo en la fila, mientras me voy sacando la ropa. Estoy exhausta, me apoyo en la pared rendida, las otras chicas que hacen la cola para bañarse lucen más vitales (en fin). Mi turno! Entro. Al pedo la botellita, tenían dispenser de jabón en cada ducha (bien ahí la inversión chicos). Tengo la ropa de la práctica empapada (no importa, no la necesito) y la ropa interior, bastante húmeda (sí la necesito, cerebro tampoco llevó ropa interior de repuesto). Cuelgo todo de la mampara que separa las duchas y… se me cae la bombacha al agua!. Húmeda no estaba buena, chorreando ya no es una opción. Estoy tan contenta de estar bañada y viva que no tener underwear me parece una boludez absoluta.

Me visto (con lo que hay seco) y bajo, me cruzo con John (ups!), que me mira y me dice “Primera vez, verdad?” le sonrío y contesto ”Sí” (mientras pienso “Y última”). Me sugiere “Si mañana duele, vuelva. Nuestro maestro (el de ellos) sugiere practicar 6 veces por semana los primeros 2 meses” (ah, ok).

Si te gusta el turismo aventura, tenés que probarlo. Se me ocurre trazar un paralelo con la escalada del Aconcagua (sin ánimo de exagerar). Te banco a full la satisfacción de alcanzar la cima, pero no me jodas con que disfrutaste el ascenso.

Namasté.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Sí por favor!

Recuerdo siempre la primera vez que ví “Jerry Maguire”, en mi humilde opinión una perlita muy recomendable de la polémica factoría hollywoodense. En esa ocasión me sorprendió con creces observar a Zellweger esperar a que Cruise la besara con la bolsita del “remanente” de la cena (primera cita!) en mano.
Tan distinta fue (y es) nuestra cultura con respecto a este tema que aún hoy (casi 15 años después!) la escena resulta bizarra.
Digo yo, si pagamos en cualquier restaurante (como mínimo) 4 veces el valor real de lo que consumimos… por qué no llevarse a casa lo que a uno no le entró en la panza?
Acaso no me merezco castigarme con esa ½ porción de fusillis al fierrito con salsa scarparo –que como un tesoro guardo en mi freezer- cualquiera de estas noches? O con una mini porción del mix de achuras que tan rico estaba, ahora oculto en bolsita especial para tal fin, detrás de las cubeteras?
Yo sé que a muchos les parecerá de grasas, de miserables, que se yó…
A mí, personalmente, que me envuelvan lo que no me comí, me parece una idea brillante. Elemental y (en el mediano plazo) gratificante.
No digo que dé para una primera cita (y menos con Cruise), pero una vez que pasamos de pantalla… dá a full!
Se lo envuelvo para llevar Sra...?