sábado, 4 de septiembre de 2021

BANCAME RITA

Ayer, en hermosa juntada de amigas, mirábamos fotos viejas.

Este grupo es nuevo para mí, nos conocemos hace apenas unos años. Por esta razón, yo no las registraba en las fotos que iban apareciendo de 10, 20, 30 años atrás.

En algunas imágenes me era difícil reconocerlas.

Ahora, ¿no es menester ese cambio? ¿No es acorde al paso del tiempo?

¿Por qué a veces libramos la batalla de parecernos a quienes fuimos hace décadas? ¿No es una búsqueda absurda, desprovista de sentido, carente de toda lógica?

Nos teñimos para tener el pelo de nuestro color “natural”. ¿Natural en qué año?

Que se sepa, no sólo no lo estoy juzgando, sino que empecé a escribir este post con la tintura en la cabeza, porque ante todo coherente. Así y todo me interpela este intento por resistirme al paso del tiempo. Lo del teñido es simbólico, podría nombrar cualquier otra defensa en esta misma línea.

Este halago que se escucha muchas veces... “Estás igual!” (que hace 20 años, ponele), no es raro? ¿En serio nos parece maravilloso, y ponderable, encontrar que alguien casi no haya cambiado en esa parva de tiempo?

Pasan los años y nos pasan cosas, nos atraviesan las experiencias más diversas, sobreviene el deterioro. Es así, aunque nos cueste pensarlo envejecemos, cambia el cuerpo, cambia la piel, cambia el pelo.

¿No sería hermoso abandonar el intento de congelarnos? ¿No vamos medio en automático sosteniendo una imagen que ya venció? Creo que va mucho más allá del pelo. Ojalá fuera el pelo nomás.

Tengo una clienta que conozco hace un par de años, rondará los 55 años, digámosle Rita.

Ella era castaña cuando nos conocimos (teñida, claro).

Un tiempo después de nuestro primer encuentro, nos volvimos a a ver. Se presentó a nuestra cita con 10 cm de raíz de crecimiento. Me impactó muchísimo, me parecía imposible estar con la cabeza así. La imagen de la dejadez (?). Me educaron así, me hinqué hace mucho ante el mandato social de estar impecable, depilada, flaca, que se yó cuantas cosas más. Para peor me la contaron como “amor propio”. Qué miedo.

Volví a ver a Rita hace poquito, ya tiene toda la cabeza canosa. Juro por mi hija que la encontré hermosa, radiante, es más, pensé “ahora que lo pienso el castaño le quedaba como el culo!”.

¿Qué tal si me fío de la naturaleza, dejo de lado las convenciones y le doy una oportunidad a lo singular que hay en mí hoy?

Por ahora me cuesta confiar, pero un día de estos Rita, yo voy a ser como vos.

4 comentarios:

  1. Coincido plenamente!Fue un esfuerzo entender que el paso de los años no es algo catastrófico, es el paso de una vida, y los signos en el cuerpo son su marca; agradezco poder ser quièn fui, quién soy ahora y quièn voy a ser!

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  2. Eres genial!!!!!! Serás adivina? medium? lo qué eres eres fantástica!!!!
    Viva tu humor y tu amor a las palabras bien colocadas para lleguen a uno tan frescas y verdaderas. Yo estoy en esa lucha : empiezo a dejarme mi pelo? mis canas? mi yo?
    en ese dilema estoy….
    A lo mejor ya me estoy acercando al querer es poder?
    Besitossss Male!!!!
    Siento como si te conociera hace años, a lo mejor fue así y no lo sabíamos… 😘😘😘😘😘

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    1. Cuánta dulzura Iri! Gracias por tus bellas palabras. Te abrazo. ♥

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