viernes, 15 de agosto de 2014

Pobre No

La otra vez participé de un encuentro, en el que una conocida tildó, en reiteradas ocasiones y hablando acerca de diferentes personas, de “pobre”. Y no hablaba de dinero, claro está.

“Pobre”, dado su óptica, por las circunstancias que esas personas atravesaban en sus vidas. Y me quedé pensando. Esos “pobre” me quedaron revoloteando. Lo consideré un concepto poco feliz, no desde la literalidad –lo que es una obviedad-, sino desde la elección misma de esa expresión para referirme a un otro que, desde una visión completamente reduccionista, puedo llegar a compadecer… vaya a saber uno con qué criterio.

No asevero que este término sea deleznable y no aplicable en ninguna circunstancia… unas pocas que lo ameritarán. Pero estoy segura de que lo usamos, la mayoría de las veces, con una liviandad y una soberbia sorprendentes.

Tiendo a ver los desafíos que la vida me presenta como procesos. ¿Quién soy yo para tildar a otro de “pobre”? ¿Dónde me estoy parando cuándo hago esa elección semántica nada inocente? ¿Es deseable que otro hable de mí bajo esa expresión?

Relaciono el concepto “pobre” con la impotencia. El que no puede. El débil.

Quiero creer que el otro siempre puede, puede lo que está haciendo. Todos estamos en proceso permanentemente. Y creo en el otro porque creo en mí. En definitiva yo siempre soy con el otro. En espejo. Yo quiero poder. Y que el otro también pueda. A su manera.


Asi que “pobre”, no. Pobre no.

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