jueves, 16 de septiembre de 2021

De Ramen y Ángeles

Hace unos días, charlábamos con mi hija mientras preparábamos lo que llevaría para almorzar ese día a la escuela. Era esa sopa china, suerte de ramen deshidratado, que se prepara en el vaso térmico en el que viene, agregándole agua hirviendo y dejándola reposar. Llevaba entonces también, además del dichoso vaso, el correspondiente termito con agua hirviendo.

De repente me apareció la idea de que, posiblemente, el agua no llegaría bien caliente al almuerzo, dado que faltaban casi 7 horas para que la fuera a usar. 

Me encontré diciéndole: Si el agua no estuviese caliente al momento de la comida, pedí ayuda. Andá a la sala de profesores. Ellos deben tener una pava eléctrica o un expendedor de agua ahí, va a ser muy fácil reponerla. A quien sea que acudas, va a estar encantado de ayudarte.

 

El paso de la niñez a la adolescencia, luego a la juventud y finalmente a la adultez, es arduo. Parece que pasamos del aura de mamá y papá resolviéndolo todo, a la autogestión más absoluta. Como náufragos en islas desiertas, deambulamos para arreglárnosla solitos. Cuando era chica el "yo no le pido nada a nadie" era bandera y todo. Algo de lo que se enorgullecían nuestros padres. Qué lo parió. 

 

Cuando tenía 22 años nos fuimos de viaje a Europa tres amigas. Antonio, quien era el jefe de dos de nosotras en ese entonces, vivía a medias entre Ámsterdam y Buenos Aires.

Este hombre nos llevaba 30 años, y era al mismo tiempo un par. Un buscador incansable de ojos azules que había vivido mil vidas en una vida.

Ya en Holanda él nos presentó a su familia y nos compartió su intimidad, él nos gestionó un piso donde alojarnos, él nos paseó y nos hizo conocer su mundo, y de alguna manera también, EL mundo.

Cuando partimos de su ciudad para seguir recorriendo otras, nos encontramos con varios desafíos interpelándonos en el camino.

Ante cada necesidad que nos iba surgiendo, una persona aparecía como por suerte de magia y nos tendía su mano. Nos divertíamos pensando y afirmando que eran enviados de nuestro amigo, una suerte de patrulla contratada por él para asistirnos ante cualquier inclemencia. Los apodábamos "Los Ángeles de Antonio".

 

Pasaron casi 23 años de ese viaje, y me vuelvo cada vez más consciente de la importancia de pedir y recibir ayuda, fluida y alegremente. Literalmente hay miles de manos alrededor dispuestas a ayudarnos, resultando en un regalo para ambos.

Qué importante confiar en la magia de este intercambio.

 

El ramen necesita agua caliente. 

No te las arregles solito. 

Hay ángeles por doquier.

 


sábado, 4 de septiembre de 2021

BANCAME RITA

Ayer, en hermosa juntada de amigas, mirábamos fotos viejas.

Este grupo es nuevo para mí, nos conocemos hace apenas unos años. Por esta razón, yo no las registraba en las fotos que iban apareciendo de 10, 20, 30 años atrás.

En algunas imágenes me era difícil reconocerlas.

Ahora, ¿no es menester ese cambio? ¿No es acorde al paso del tiempo?

¿Por qué a veces libramos la batalla de parecernos a quienes fuimos hace décadas? ¿No es una búsqueda absurda, desprovista de sentido, carente de toda lógica?

Nos teñimos para tener el pelo de nuestro color “natural”. ¿Natural en qué año?

Que se sepa, no sólo no lo estoy juzgando, sino que empecé a escribir este post con la tintura en la cabeza, porque ante todo coherente. Así y todo me interpela este intento por resistirme al paso del tiempo. Lo del teñido es simbólico, podría nombrar cualquier otra defensa en esta misma línea.

Este halago que se escucha muchas veces... “Estás igual!” (que hace 20 años, ponele), no es raro? ¿En serio nos parece maravilloso, y ponderable, encontrar que alguien casi no haya cambiado en esa parva de tiempo?

Pasan los años y nos pasan cosas, nos atraviesan las experiencias más diversas, sobreviene el deterioro. Es así, aunque nos cueste pensarlo envejecemos, cambia el cuerpo, cambia la piel, cambia el pelo.

¿No sería hermoso abandonar el intento de congelarnos? ¿No vamos medio en automático sosteniendo una imagen que ya venció? Creo que va mucho más allá del pelo. Ojalá fuera el pelo nomás.

Tengo una clienta que conozco hace un par de años, rondará los 55 años, digámosle Rita.

Ella era castaña cuando nos conocimos (teñida, claro).

Un tiempo después de nuestro primer encuentro, nos volvimos a a ver. Se presentó a nuestra cita con 10 cm de raíz de crecimiento. Me impactó muchísimo, me parecía imposible estar con la cabeza así. La imagen de la dejadez (?). Me educaron así, me hinqué hace mucho ante el mandato social de estar impecable, depilada, flaca, que se yó cuantas cosas más. Para peor me la contaron como “amor propio”. Qué miedo.

Volví a ver a Rita hace poquito, ya tiene toda la cabeza canosa. Juro por mi hija que la encontré hermosa, radiante, es más, pensé “ahora que lo pienso el castaño le quedaba como el culo!”.

¿Qué tal si me fío de la naturaleza, dejo de lado las convenciones y le doy una oportunidad a lo singular que hay en mí hoy?

Por ahora me cuesta confiar, pero un día de estos Rita, yo voy a ser como vos.