sábado, 20 de julio de 2013

"La 37"

Increíble, no? Parece una ironía que me sigan haciendo conductos. No, no. No es que me entrego a estos placeres meramente porque me motivan a escribir estas composiciones masivas, es de suertuda nomás.

Hace unas semanas empecé con esta molestia, síntoma inequívoco de una caries. Cuando comía algo dulce me entraba un dolor en esa muelita que borraba cualquier posibilidad de error o equívoco. Así que pedí un turnito con María, la de los aros, sí. A esta altura podría ir a un cocktail con todo el equipo de odonto, los veo seguido a los torturadores.

Sábado, 11:30 am. “Ella”

“Que te trae por acá?” (same question que la primera vez, la minita tiene puesto el cassette –sí, que moderna soy-). Yo: “Estoy con mucho dolor en una muela”. Ella: “A ver?” (me revisa). “Qué raro! No tenés nada. Vos apretás los dientes?”. Yo: “Sí, los apreto.” (una dulce adquisición 2013 que estoy tratando de disipar). Ella: “Claro, debe ser eso!”. Yo: “No, María, no es eso. Cuando como algo dulce me muero de dolor, debo tener una caries. Seguro. Hacéme una placa por favor.” (ella se quemó las pestañas en la facu de odonto pero yo le bajo línea, que le vamos a hacer). La plaquita. Me la clava en la encía, debajo de la muela protagonista. Dolor. Me dice: “Aguantá porque si la movés no me sale bien” (ya estoy pasándola mal en foja cero). La revela. “Uh, sí, acá está. Tenías razón (a veces adoraría estar equivocada) Tenés una caries justo en la base de la raíz. Por eso no se veía. Vas a conducto. Y perno y corona”. Bue. Nada que no haya oído y vivenciado previamente, pero no tenía intención ni ánimo de reincidir. Ni con el cuerpo ni con la billetera. Inexorable. Qué alegría che. Sigue: “Bueno, entonces pedís turno con el endodoncista”. Yo: “Qué opciones tengo? (a los endodoncistas me refiero, eutanasia por ahora no puedo pedir). Ella: “Tenés a Omar y a Carmela”. Se acuerdan de Omar, no? Hay gente que deja huella. Con Carmelita tenía una experiencia previa también (no dije que ya es un grupo de friends?). Hace una eternidad de eso así que recuerdo poco y nada. Pero afirmaría que fue “la nada misma”, no me habló en todo el tratamiento, lavadita lavadita la minita. Podés creer que pido el turno con Omar? (qué loco, no? a veces es mejor dejar un recuerdo turbulento que ningún recuerdo en absoluto. por lo menos conmigo, claro está.). Pero al otro día me arrepiento… Por qué con Omar??? Llamo y pregunto si puedo cambiarlo por la otra endodoncista. No tiene turnos disponibles hasta dentro de 20 días con la lavadita. Cuac. Somos pocos los locos que nos atendemos con Omar se ve, tiene la agenda en blanco el HDP. Imposible patear el temita 20 días más con del dolor que tenía, así que me fumé el turnito con el amigo.

Jueves, 2 pm. “Él”

Llega el dia de la cita con Omar. No nevó, pero le pegó en el poste. No recuerdo haberme abrigado tanto en mucho tiempo. Gorro con orejeras, bufanda, guantes. Toda una vuelta a la infancia (vieron q a los pibes los emponchan todos así, que no se pueden ni mover? bueno, igual, pero sin una madre, lo bien que me hubiese venido mi vieja...).

Previo a la cita con Omar, me clavé una práctica de yoga intensa, con el propósito de serenarme y quedar exhausta (a ver si con un poco de suerte me quedaba dormida durante el “trabajito” (qué ilusa puedo ser a veces, yo misma me sorprendo).

Llego a la recepción. Ni un alma. El dia con “Ella” parecía un boliche. Por qué no hay nadie hoy? Le tienen miedo a Omar?

Mientras me voy quitando mi atuendo canadiense, presencio el cambio de turno de la recepcionistas (se van las 2 de la mañana y llegan las 2 de la tarde) y, consecuentemente, los diálogos que se suceden entre estos cerebros. Oh-my-god. Yo también hablaré tantas forradas con mis amigas? (estas son workmates aparte, no amigas, y en todo caso nosotras lo hacemos en espacios no-públicos. sí, ya estoy admitiendo que hablamos de estas huevadas). Una de las que llegan viene de depilarse, está histérica porque le cobraron el cavado (pelvis completa, muy contemporáneo todo) cien-to-diez-pe-sos. “Te juro que pagaba y lloraba”, le comenta a la otra (bue, pasá a atenderte con omarcito y después me contás). Las otras dos le dicen: “Contános dónde es para no ir!” (ya están para el show de stand-up chicas, tiembla male pichot). La 4ta boluda no se suma al chiste porque ya superó esta etapa (ya van a ver). Se van las 2 part-time morning y quedan las 2 turno-tarde. Yo ahí, sentada, con un libro para variar, pero no pudiendo hacer foco en nada. Me siento hinchada (¿), tengo calor, estoy cansada… y con miedo. Y encima esta conversa de telón. Una joda che. Bueno, decía, la 4ta (la que la iba de calladita) le cuenta a la víctima de estafa: “Yo me estoy haciendo el Método Soprano (WTF?). Yo me creo que estoy en todas, pero no che. Hay que ver todo lo que se me escapa (si me pierdo el bafweek este año directamente me voy a poner a bordar puntillas). Bue, era la definitiva, la depilación definitiva es lo que se está haciendo esta chica, de ópera nada (lo deduzco por cómo sigue el relato, no tengo smartphone, sino ya lo hubiese googleado ahí mismo). Pelvis completa (lo mismo que la otra, comparten criterio). Ya me pongo nerviosa con todas las boludeces con las que brain ilustra el diálogo (cuando tendría que estar meditando mientras que lo espero a mi amigo el del torno, en vez de estar nutriéndome con el debate cultural de estas nabas). Sigue la minita: “Imagináte, estoy feliz (get a life!), fui a una sóla sesión y lo re-noto ya! Es carito, viste? Pero cada vez que iba a depilarme con cera sufría un montón. Me enganché por Groupon primero, y después seguí sumando cosas, me compré unas cremas especiales también, bah, medio que me las encajaron”. (de todo te deben encajar a vos). “Pero bueno, sí, re bien” (lo único que falta es que se baje la tanga acá y le muestre los resultados). Seguimos los 2 cerebros y yo solas aquí, Omar tampoco llegó, y yo ya especulo con que tal vez esté descompuesto y no se presente. No sé para qué alargar la agonía. La tengo que pasar. Otra vez.


Llega Omar. Envejecido (pasáme un espejo, si en estos dos años yo me arruiné así  también, me mato). “Buenas”, bate Omar mientras hace un paneo general del ambiente y besa a las divas de la depi, “buenas” contesto entre dientes y sigo esperando. Me sumerjo en la lectura (el stand up terminó) y al rato reaparece omarcito: “Sra. Fedriani?” (señora tu madre HDP). Se ve que le pongo cara de culo por el Sra porque enseguida cambia al tuteo y sentencia: “Pasá al consultorio 3”. Una vez dentro, misma pregunta de la última vez (pone el piloto automático se ve) “Me querés preguntar algo?/Tenés experiencia en conductos?” Yo: “ Sí, con vos”. Él: “En serio? Te cambiaste el look? (que moderno sos omar. vos del método soprano nada, no?). Yo: “No, no cambié “el look”, tenía el mismo estilo hace dos años” (creo). Él: “Qué raro que no me acuerde Clara!”. No le aclaro (valga la redundancia) que Clara no es mi nombre titular. Me divierte que me diga así (qué loca soy, sí), y es, en esta circunstancia, tan secundario (como el nombre) que me da exactamente-lo-mismo. Es más. Le pone cierta distancia, me da perspectiva. Le digo: “Me hiciste la 26, no te acordás?”.  Me revisa, y me pregunta: “Cuál es?”. Le contesto: “Pará, vos no sabes cual es la 26???”. Me dice: “Sí, pero por ahí a vos te parecía recordar ese número y era otra” (¿!). No me dió para decirle que era imposible de olvidar (no él, sino el suceso de la 26, y que, además, tenía un blog con un post sobre el tema y que todo ayudaba mucho para que me acordara de ese puto numerito). Yo: “Bueno, tengo la esperanza de que esta sea mucho más sencilla Omar, con la 26 me habías preparado con toda clase de advertencias porque era una pieza dificilísima, espero que esta sea de las fáciles”. Él: “De las fáciles no es”. Bue. Listo. Acá vamos nuevamente. Sigue: “Pero bueno, lo vamos a tratar de hacer lo más liviano posible. Empezamos?” (tengo opciones?). Abro la boca: “Tenés muy buena anatomía. Ideal. La boca del manual” (¡¿) “Tomá, calentáme estos 2 tubitos mientras yo preparo todo” (sí, víctima y asistente). Me entrega unos cilindritos de vidrio de unos 5 cm de largo y 7 mm. de diámetro para que me ponga uno en cada mano y los entibie adentro de mis puños (la trompada que te daría mirá). “Es la anestesia” le digo (sí, soy brillante). Él: “Claro, sí, la anestesia entibiada duele menos”. Bue, vamos mal, soy de manos heladas. (no se lo digo, sumisa aprieto los tubitos). Sale  del consultorio, va a buscar algo. Vuelve: “No te rías (¿), pero hay algo que me hizo recordarte, darme cuenta que sí te conocía, el timbre de tu voz. Es por lo que te debe reconocer todo el mundo (¡), es muy personal!” (la verdad que no creo, pero si querés abro una encuesta en el facebook). No siendo suficiente, sigue: “Es muy particular tu timbre de voz” (como quieras omar, pero poné manos a la obra que me quiero ir). Me pide un tubito. “Esto está helado!” (creo que los enfríe un toque). Pela encendedor, mientras me dice “Bueno, esto ya es un mimo” (lo calienta con la llama). Me sorprende como estoy mas allá del bien y del mal, cualquiera ya habría huído, pero sigo ahí, estoica. Me abstengo de hacer foco en la jeringa que se levanta orgullosa, metálica y prominente. Dolor. Listo. “Decíme cuando se te empiece a dormir la lengua” (ok). 1 minuto, 2 minutos, 5 minutos, nada. “No se me duerme”, le digo. “Qué raro” (raro sos vos flaco). “Bueno, vamos con la segunda” (no se supone que me tome la primer anestesia primero? esa es interdental! voy a ver las estrellas si me la clavás y no estoy anestesiada por la otra…). Correcto. Dolor sórdido. La PMQTRP. Grito. “Sí, ya sé. Te dolió (genio). No te tendría que haber dolido, pero vos tenés un cable de más.” Yo: “Un qué?”. Él:“Un cable más que lo que dice el manual” (y dale con el manual, se ve que tiene el kapelusz de la odonto muy patente). “Viste, cada persona es un mundo” (el slogan de personal!). Se viene el torno, el terror de los pacientes. “Vamos primero a remover el arreglo para que pueda llegar al nervio” (explicativo como la ultima vez, ahorrámelo omarcito, paso de la teoría esta vez, ya tengo bastante con la práctica). Aghhhhhhhhhhhrrrrrrrr. Gruño, no me tomó la anestesia Omar! Me tuvo que meter tanto refuerzo anestésico que la cara me quedó plastificada hasta la hora de la cena. Podías jugar al tatetí con una gillette que ni me enteraba. Sacando esos instantes de sustancial dolor, el proceso fue mucho más corto que el de la 26, y terminó relativamente rápido. “Bueno, vamos a hacer otra plaquita. Vos cuántos puntos le ponés, por intuición, al conducto?” Impertérrita a pesar de la boludez que me pregunta, le contesto:“10”. (es lo que quiero creer, porque si tenés que rehacer algo me ahorco con el cablecito succionador de saliva). “La plaquita nos va a decir (mirá la plaquita parlante che, parece que es como la copita del ouija). La revela. “Es un 7” (¡?). Preocupada le pregunto: “Por qué un 7?, que podría haber salido mejor?”. Se hace el misterioso (lo mataría). “Si esto evoluciona bien, no se infecta (te asesino), no hay dolor, entonces el puntaje va subiendo. Vamos a ver con el paso de los días”. Se ve que es como comprar acciones, nunca sabés cómo te va a salir. “Bueno, tenés algo para tomarte ya?, me pregunta. (de pedo tengo, pero no serían tan divinos de regalarme un mísero ibuprofeno considerando que garpo 1 luca de obra social por mes?). “Sí, tengo”, le digo. “Tomátelo ya.” (tiene mas miedo que yo de qué pasará cuando la anestesia se esfume). “Comiste algo?”. “No”, le digo. “Bueno, entonces, tomálo con un yogur bebible” (¿). Puaj. Detesto el yogur. “Lo vas a absorber mejor”. Listo. Agarro la cartera. Me para: “No te vas a tomar el analgésico?” Yo: “No me dijiste que lo tomara con el yogur?”. “Tomálo ahora, y el yogur en menos de 15 minutos”. (confirmado. se me va la anestesia y me tiro de la torre le parc). Cuando estoy por salir del consultorio me agarra de los hombros, y me dice: “Dame un beso Clara, me lo merezco, no?”. Un capo Omar, un capo. Un Oscar te merecés.

sábado, 6 de abril de 2013

Vivir en Sociedad


Ayer viví una experiencia… movilizadora.
Llevé a mi hija a su clase de danza/expresión corporal, y me topé con el suceso que paso a relatar. Cuando llegamos al espacio había una pequeña llorando desconsoladamente vaya uno a saber porqué. Hasta aquí nada fuera de lo normal. Los chicos lloran, un berrinche. Que-se-yo. Cosa de todos los días.
Describo el espacio físicamente para que se entienda bien: Casa tipo PH, sala de práctica a la calle con gran ventanal, y una especie de cantero afuera (sin plantas) donde los padres, si deciden quedarse durante la clase, pueden observar a sus pequeñas en la actividad. Cuando entrás lo primero con lo que te encontrás es un escritorio de recepción (que mira de frente a la sala) y a continuación pasillo -típico de casa chorizo- con unas mesitas por si los padres deciden esperar adentro (sobre todo en invierno). Estas mesitas también miran a la sala que tiene puertas de casa antigua vidriadas.
Listo. Volvemos al principio. Llegamos con mi hija, la acompaño hasta adentro de la sala, saludo a la profesora, veo (y escucho) a esta criaturita a los gritos, y oigo a la profe (a partir de ahora “Paloma”, sí, es de ficción, sí, es por Herrera) preguntarle a la gritona: “Vas a bailar Menganita? (en este caso no registré el nombre. me cuesta retener los nombres comunes. si se hubiese llamado Indiana seguro me acordaría). Menganita afirma con la cabeza. “Bueno, entonces elegí alguno de los 2 tutús (pollerita de danza vaporosa, aclaro) y sentáte acá” (la madre le llevó opciones de vestuario, todo un dato). Me voy para afuera, pal cantero. Agarro mi cuadernito de tareas, me dispongo a anotar un par de cosas en la agenda para aprovechar esta horita libre y… sigue el llanto. Alaridos. Levanto la vista, miro la escena a través del ventanal. La madre la saca de la sala a la chiquita, pero no de la casa, la lleva al pasillo! Yo estoy afuera, la puerta está cerrada, hay un vidrio de por medio… y los gritos son ensordecedores. A pesar de estar fuera de la sala, el llanto de la nena anula completamente cualquier otro sonido, llámese la voz de Paloma, las voces de las otras nenas, la música. Claro! Cierto! La música! Es una clase de baile, la idea es bailar! Pero no che. No va a ser esta vez parece. Todas las nenas -tomadas por la angustia de esta otra- no pueden conectar con la profesora, ni con la actividad, ni con la música, ni con nada. No siendo esto suficiente, a la madre se le ocurre meter a la nena nuevamente en la sala, porque supuestamente ésta afirma que “quiere participar”(listo). Pero el llanto y los gritos no cesan. La nena le pide a la mamá que se quede con ella en la sala (si se va a callar por mí que invite a toda la flia, abuelos incluídos). Se sienta en la ronda- la nena solamente- pero sigue llorando, mal. La madre sale (¿!), viene afuera y se sienta al lado mío (mala decisión). La criaturita sigue llorando. Paloma, con cara de desencajada, no tiene idea de cómo manejar la situación (la docencia!). Unas 5 veces la escucho preguntarle a la nena: Querés bailar menganita o te querés ir con tu mamá? La nena contesta a todo que sí (¿). La madre habla por telefono (¡) El resto de las nenas miran, alternativamente, a la llorona y a la profe. La música no se escucha. A Paloma no se la escucha. Pasan 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos... Giro y miro el auto, lo estacioné en la esquina, y me dejé las luces prendidas. Mi diálogo interno con la madre de la criatura es algo así: “Bien flaca, te doy 2 minutos más mientras que voy, las apago y regreso para que hagas algo. Si vuelvo al cantero y esto sigue igual, como no te ubicás solita, te ubico yo”. Vuelvo. Same situation (of course!). Pasaron 20 minutos desde el comienzo (¿) de la clase. No sé si hace falta que lo aclare, pero lo hago: mi problema no es con la criatura, es con-la-madre. Los chicos lloran, les pasan cosas, todo bien. El tema es que hay un mundo que te rodea y que quiere seguir girando. Y tus derechos terminan donde empiezan los de los demás. Miro a la Sra. (que sigue sentada al lado mío, inmutable) y le digo:”Escucháme: ¿no vas a sacar a la nena de la sala?”. Me responde: “Ah, no! Vos sos una desubicada!” (yo. ok? yo soy la de-su-bi-ca-da). Pero no termina ahí, sigue: “Si fuese tu hija la que estuviese llorando yo no diría nada!”. Yo: “No tendrías oportunidad porque nunca dejaría a mi hija 20 minutos llorando adentro de una sala donde se está tratando –infructuosamente- de desarrollar una actividad y me cagaría en todo el resto!” (si no es por cortesía, por vergüenza no la dejaría, sentimiento que claramente esta Sra. no conoce). Me explica que la hija “viene a este espacio hace un año” (¿). Parece que por vitalicia tiene derecho a anular una clase, que se yo. Y que “es la primera vez que le pasa” (y sí flaca, me imagino que todas las clases no sucede, sino ya se hubiesen quedado sin alumnos). “Lo que pasa es que tiene sueño”, me explica. (bien querida, bien, por lo menos sí registrás lo que le pasa a tu hija. podría ser más grave). Yo: “Entonces llevátela a dormir, por qué insitís con que se quede si tiene sueño?” (¿te tomaste la molestia de traerla hasta acá y decidiste que se queda a cualquier precio? ¿qué onda?). Ella: “Hasta que la profesora no me diga que la saque, yo no la pienso sacar” (otra flor de boluda paloma, ni me la nombres). Parece que claramente a esta Sra le tienen que decir qué hacer. La profesora, yo, x. La Sra. no puede observar una situación y decidir con un criterio propio qué hacer. Sigue: “Y vos no me vas a decir cómo educar a mi hija” (el problema de educación lo tenés vos querida, no la criaturita). Y el colmo: “Si te molesta lleváte vos a tu hija” me dice. (a los botes). Yo: “A mí no me molesta tu hija. A mí me molesta tu falta de cuidado total por el lugar, la profesora, y el resto de las nenas. Y no sólo no me voy a llevar a mi hija, sino que voy a entrar para preguntar por qué nadie del espacio le puso un coto a esta situación todavía”. Entro. Me dirijo a la chica de la recepción (no cuenta mas de 18 años y es la virgen maría, por lo modosita, no sé si por lo virgen): “Decíme, ¿van a tolerar esto mucho más? Digo, me parece que ya está,  no?”. Detecto que hay otras dos madres en el pasillito cuchicheando (el invernal). Se suman a las quejas. Una dice: “Esto no es un jardín de infantes con una nena en adaptación, Esto es una actividad electiva paga, en un lugar privado, de 1 hora, 1 vez por semana”. (bien, gracias che. pero se ve que no quedó otra que ubicar yo a esta mujer. estas dos boludas se quejaban entre ellas –el argentinazo!- en vez de poner la queja en donde corresponde –gran frase de mi mama-). Finalmente la madre de la criatura entra como una tromba a la sala. A los gritos se dirige a Paloma y le dice “Me la llevo porque a esta loca (sí, yo, hola) le molesta!” Sale con la nena en brazos (que sigue llorando, obvio, y lanza un alarido al ser retirada de la sala). Vuelve la paz. Empieza la clase, la media clase mejor dicho. Todos contentos. Mientras escribo esta crónica mi hija está viendo los dibujitos y me pregunta (créase o no), a raíz de un diálogo que escucha en la tele y no comprende: “¿Qué es “ser considerado” mamá?”